Poco a poco dejar de vivir… Depresión

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vivir en depresión

Vivir en carne propia es probablemente una de las experiencias más oscuras que una vez que pasan se quedan almacenadas en la memoria por el resto de tu vida, sentir el espectro de emociones y tener cierto tipo de pensamientos que no sabías que eras capaz de procesar cambian completamente la vida y dirección de uno.

Repasar las diferentes definiciones que existen para describir depresión es frustrante, no solo porque uno, al haberlo vivido por un tiempo prolongado, sabe que se queda cortas, sino porque tampoco es posible imaginarse la forma correcta de poder explicarlo. No bastarían treinta páginas, ni seis horas de video, ni todas las definiciones disponibles combinadas. No bastaría porque no transmitiría el verdadero significado de vivirlo, de sufrirlo.


Estar deprimido no es estar triste por un periodo de tiempo prolongado, sentirse afligido posiblemente sea de fácil conexión a la causa del sentimiento: La pérdida de alguien cercano, el fracaso en un proyecto, decepción de parte de una persona a la que considerabas importante, etc. Sentirse deprimido la mayoría de los casos no tiene ningún tipo de conexión visible para quien lo sufre: ¿Es por mi apariencia?¿Mis relaciones?¿Mi carrera profesional? No lo sé. La depresión es algo que va mucho más allá que un simple sentimiento, es un padecimiento que poco a poco te va carcomiendo y va devorando cada minúscula partícula de vitalidad que tienes.

Vitalidad… Existe la frase: “Lo contrario de felicidad no es depresión, es tristeza. Lo contrario de depresión, no es felicidad, es vitalidad”. Estar en estado de depresión es haber perdido por completo la vitalidad, lo que cada mañana inconscientemente te impulsaba a llevar el día de cierta manera, lo que lidiaba constantemente con los obstáculos que solías encontrar y lo que daba esa esencia tan única y auténtica que las personas suelen tener. Estar deprimido es haber perdido todo rastro de vitalidad.

Lo que para algunos es básicamente levantarse por las mañanas y tener desayuno, para los deprimidos significa un exhaustivo trabajo mental que se ocupa realizar para llevar a cabo la actividad, un sobre análisis a cada situación, por más común y rutinaria que sea. Representa una mentalidad no solo pesimista, pero que al mismo tiempo devalúa el valor de uno mismo a números negativos: ¿Tener desayuno? ¿Para qué? El desayuno es para gente que necesita energía para ser productivo en sus días, yo no soy productivo. ¿Qué bien me podría traer el siquiera levantarme el día de hoy? ¿Qué diferencia podría alguien como yo traer?… Y continua la cadena, cada vez más auto-crítica, cada vez más oscura, cada vez menos sana.

La verdad sobre sentirse deprimido es que es tan imprevisible, uno nunca sabe qué rumbo tomará, qué decisiones va a influenciar y que tiempo requerirá para sanar. Es entrar en un cuarto oscuro con los ojos vendados, primero debes darte cuenta del problema que tienes para después caer en la nada grata sorpresa de que tienes que encontrar el switch para encender la luz sin siquiera saber qué tan grande está el cuarto, o si por lo menos la luz funcionará.


Lo más lamentable de todo es el tiempo que se pierde por completo al estar sumergido en este tipo de situación, el simple hecho de pensar sobre todas las actividades que fueron categorizadas negativamente de alguna manera a raíz de la depresión es alarmante, todas las amistades que se pudieron haber dañado, todos los momentos que no pudieron ser posibles por la falta de ganas de vivir. Todos esas horas que bien se pudieron pasar simplemente viendo un película, caminando por un parque o leyendo un cómic, pero se invirtieron para envenenar la percepción de la vida y convertirla en simplemente una situación donde el pesimismo domina.
Y sí, existe un punto en el que si no se controla, todo explota. En donde el no sentir aprecio por la vida se torna en no hallar sentido en seguir viviendo. Es ahí cuando uno verdaderamente entiendo que no era simplemente una etapa, que un simple sentimiento no podría tener tanto poder como para orquestar planes para dejar este mundo. Independientemente si uno es capaz o no de llegar a estos extremos, existen tantas ramas por las que este padecimiento puede inducirte, es tan amplio y a la vez tan desconocido.

Depresión es una de las enfermedades más comunes de este siglo, y que sin lugar a dudas seguirá creciendo en los próximos años debido al tipo de sociedad en la que estamos mutando. La ayuda necesaria es indispensable para poder contener los efectos que tal monstruo podría ocasionar y los posibles escenarios en los que la población podría vivir en caso de no evaluar la situación.

Y al final de todo, hay algo que nunca cambiará. Sin importar cuántas experiencias personales conozcas, cuántos documentales hayas visto, o cuántos diccionarios revisado, depresión siempre será ese estado psicológico en el que la dirección, profundidad, causas y consecuencias no están establecidas; en el que es imposible poner a trabajar la empatía para intentar sentir lo que el otro siente, para intentar pensar de la manera en que una menta afectada lo hace y en la que ayudar se convierte en una de las tareas más complejas.

Gradualmente, dejarás de vivir, y en tu mente sentirás una marcha… Tomará lugar un funeral.

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