Guerra Primero. Poder Segundo. Dinero Tercero. Humani…

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Los conflictos armados que toman lugar en diferentes partes del mundo siempre han sido un tema que sugiere ser convencional y tabú al mismo tiempo, ya que a pesar de estar expuestos a noticias referentes a guerras que han ocurrido en el pasado y conflictos armados que en este mismo instante están en progreso, son muy pocas las ocasiones en las que se desafía las raíces de los problemas que creemos dieron comienzo a tan sangrientas situaciones.

Países como Estados Unidos y Rusia son conocidos por el constante intervencionismo en conflictos sociales y bélicos en otras partes del mundo a través de las últimas décadas; desde la guerra de Corea en los 50´s, pasando por la guerra de Vietnam en los 60´s y 70´s, hasta la reciente guerra de Irak en pleno siglo XXI, siempre parece haber un motivo por el cual es aparentemente necesario el despliegue de tropas en territorios foráneos. Estados Unidos específicamente tiene una de las listas más grandes de movimientos intervencionistas en otros países, ya sea por desacuerdos diplomáticos con líderes de diferentes naciones, diferencias en ideologías políticas o hasta miedo de un posible surgimiento de grupos religiosos extremistas. Siempre parece haber una justificación para mandar a su propia gente a dar la vida en el campo de batalla. Uno pensaría que, como sociedad, habríamos descubierto otras maneras de resolver conflictos con otras naciones que no tuvieran que ver con inmensas cantidades de dólares invertidos en armas y equipo militar, consecuencias sociales y económicas a largo plazo en países donde el conflicto toma lugar, millones de familias desplazadas a causa de la guerra, miles de muertes tanto de soldados como de civiles inocentes y una posible recesión en el desarrollo de los países donde tales conflictos toman lugar.

Importante es estar familiarizado con el número de bajas y heridos de las diferentes guerras, como el número de personas que se vieron obligadas a abandonar su hogar para salvar sus vidas y la de sus seres queridos; sin embargo, igual de importante es darse cuenta de la estructura bajo la cual este tipo de situaciones se siguen dando en una etapa de la humanidad en donde supondríamos este tipo de crisis humanitarias no tendrían cabida. Datos de cada una de las guerras en las cuales Estados Unidos ha participado activamente, ya sea mandando tropas a combate o infiltrando miembros de su inteligencia son fáciles de encontrar en línea (Corea, Vietnam, Kuwait, Afganistán, Irak, Libia, Cuba, algunos otros países centroamericanos, Hawái, etc.)

Es casi imposible listar a detalle cada una de las estadísticas de cada uno de los conflictos en un solo artículo, debido al gran volumen de información necesaria para explicar las condiciones bajo las cuales tuvieron lugar. Afortunadamente, ese no es el mensaje principal que se pretende en esta ocasión. Lo que se intentará resaltar a continuación es la mentalidad de un gobierno que adopta y acepta abiertamente este tipo de guerras intervencionistas mientras le da la espalda a su propia gente. Un gobierno que piensa que es de más utilidad invertir un dólar en equipo militar (no necesariamente en sus soldados), que un dólar en educación, infraestructura o servicios de salud.


El 17 de septiembre de 2019, ArmyTimes, un periódico estadounidense dedicado a reportar y analizar eventos relacionados con el ejército y el sector militar en general del país, publicó una pieza titulada “Student loan crisis, not Mideast wars, helped Army leaders exceed recruiting goals this year” (“Crisis de préstamos estudiantiles, ninguna guerra en Medio Oriente, ayudaron a líderes del ejército a cumplir metas de reclutamiento este año”). Este artículo es el epítome de la adicción por sangre en territorios foráneos.

Entre los datos más interesantes que el artículo tiene está el alto número de nuevos reclutas que vieron durante el año en curso (+68,000), sumando más de 478,000 soldados activos en el ejército regular (sin contar la guardia nacional y la reserva). Esto es especialmente irónico ya que en años anteriores se había reportado un pequeño número de nuevos reclutas, considerándose un déficit debido al no cumplimiento de la meta anual. Aunado a esto tenemos datos que vienen desde décadas atrás que nos dicen que el número total de personal militar y soldados activos han estado disminuyendo; por lo tanto, ver este cambio en la tendencia nos obliga a buscar razones por las cuales jóvenes tienen el deseo de unirse al ejército.

¿El sentimiento patriótico incrementó de un año a otro?

¿Los beneficios para aquellos que se unen incrementaron notablemente?

¿Los métodos de reclutamiento y las campañas de marketing empezaron a dar frutos?

¿Es simplemente la presión económica en jóvenes que intentan buscar un escape de sus problemas a través del ejército?

Todas estas son preguntas racionales, y todas se deben analizar para encontrar las causas que están llevando a jóvenes de un país primermundista como lo es Estados Unidos a recurrir al alistamiento militar para no tener que enfrentarse a los altos precios de la educación superior. Es difícil adoptar la idea que miles de jóvenes están dispuestos a dar la vida y salud por un país que les ha dado la espalda en cuestiones socioeconómicas por décadas, ya que ese viejo sentimiento imperialista es el mismo que los detiene de perseguir metas en educación superior y los obliga a matar unos cuentos “enemigos” antes de poder ser lo suficientemente privilegiados como para ir a la universidad. ¿Esa es la solución que la mayoría de las personas reclutadas tienen en mente para lidiar con la crisis en préstamos estudiantiles? ¿Probablemente morir o lesionarse gravemente para poder tener la universidad pagada una vez completado su servicio miliar? ¿La solución más viable? ¿En un país primermundista?


Es prudente empezar con una recapitulación de la situación de Estados Unidos en cuestión a la educación superior. A diferencia de la mayoría de los países de primer mundo, y muchos otros países en desarrollo, el costo de universidades tanto públicas como privadas es dirigido principalmente a estudiantes. Esto quiere decir que el gobierno no paga por la educación superior de sus ciudadanos, a diferencia de países como Francia, Eslovenia, Alemania, Finlandia y Noruega, en donde virtualmente tienen el costo de asistir a la universidad a $0.

Lo anterior ha ocasionado que el costo promedio de asistir a la universidad haya estado incrementando por años, llegando a $34,740 dólares por año en colegios privados, $9,970 dólares por año en colegios públicos para residentes del estado y $25,620 dólares para estudiantes de otros estados. Esto es una cifra ridículamente alta, sobre todo si consideramos el ingreso mediano per cápita, que es de tan solo $31,786, y el ingreso mediano por hogar, que es de $61,372. Incluso el más bajo de los promedios de costos universitarios ($9,970 al año) representa un 31.37% del ingreso mediano anual per cápita.

Una persona de clase media con un trabajo decente NO es capaz de pagar sus estudios sin tener que recurrir a préstamos estudiantiles. ¿Las consecuencias? En junio del 2018, Forbes reportó que la deuda estudiantil daba a un total de $1.52 trillones de dólares, con más de 44.2 millones de personas endeudadas, y una cifra promedio de deuda de $38,390, que sigue incrementando a causa de los intereses y la inhabilidad de los deudores de pagar.

Sabiendo todo esto, la pregunta obviamente es ¿Por qué Estados Unidos no sigue los pasos de otros países primermundistas y paga para que todas las universidades públicas sean completamente gratis para su gente? ¿Qué no ve que muchos jóvenes están registrándose en el ejército porque para ellos eso es el único escape de la clase baja? ¿Acaso no tiene el dinero suficiente?

La respuesta está en las prioridades del gobierno. No ha existido una legislación significativa que ataque al problema de la crisis estudiantil en los últimos años, y llamadas progresistas que piden al gobierno adoptar el sistema de países europeos ha sido ignorado o refutado por el congreso repetidas veces. Para darse una idea, se estima que, de querer hacer que todas las universidades públicas sean gratuitas, el costo oscilaría de $47 mil millones de dólares a $70 mil millones de dólares al año. A primera vista, parece un precio exorbitante, sin embargo, recordemos que cada año el gobierno decide repartir el dinero que tiene para los diferentes sectores del país, algunos de esos sectores reciben grandes incrementos. ¿Puedes adivinar qué sectores?

Primero que nada, cabe mencionar que Estados Unidos es el país que más dinero gasta en el ejército, incluso liderando cuando los presupuestos de los países que le siguen son sumados. El presupuesto militar en el año 2016 fue de $523.9 mil millones de dólares. Sin embargo, este se vio afectado de manera que para el año 2019, el presupuesto militar incremento a $693 mil millones de dólares. Un incremento de más del 32% en tres años (+$169.1 mil millones de dólares).

Prioridades.

Porque no mereces educación gratuita, debes arriesgar tu vida y matar unos cuantos civiles para ganarte el privilegio de una educación superior. Porque no hay 70 mil millones de dólares para invertir en los jóvenes del país, pero si hay incrementos de 169 mil millones de dólares para programas del ejército que solo destruyen familias americanas, y comunidades foráneas. Porque no importa que regreses de la guerra con PTSD y otros problemas psicológicos que aumentan las probabilidades de suicidio mientras que el complejo militar siga recibiendo millones en contratos. Porque para poder permitirse una buena vida primero debes acabar con la vida de inocentes en otros países (O al menos arruinarlas al obligarlos a escapar de sus hogares y refugiarse en países vecinos).

Prioridades. Guerra primero. Poder segundo. Dinero tercero.

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